Si se publicara todo lo que ocurre, no sé a dónde iríamos todos a vivir.
Enrique Metinides
A continuación, un preview de Miss Meyers, una novela gráfica en proceso escrita y dibujada por el tigre diminuto, sobre la vida oculta de la fotógrafa Vivian Maier.
Nota del autor
La tarea del investigador es armar un camino con las preguntas para que en su recorrido encuentre lo que tenga que encontrar, ya sea una respuesta concreta o más preguntas que prolonguen el camino. El investigador criminal se mueve por este camino con el fin de reducir el número de interrogantes o de esclarecerlas por completo.
Presentar a Vivian Maier como una investigadora criminal significa contribuir al descubrimiento del misterio de su vida secreta, gracias a las infinitas posibilidades de la ficción. Como escritor, pretendo un acercamiento a la realidad de su vida, construyendo una historia verosímil, aunque sea una mentira. El decidir que esta historia sobre la exploración del crimen y las repercusiones psicológicas en Vivian se presente en formato de novela gráfica, corresponde al interés que tengo en la literatura policíaca, a la que espero contribuir con una obra que le sugerirá al lector que podemos entender mejor la naturaleza humana si reconocemos la maldad inherente en ella, a través de los elementos que solo pueden encontrarse en los dominios de la narrativa visual.
Tigre diminuto
Personajes:

Capítulo 1
The Little Coffin

Es la hora en la que el sol, del tamaño de una moneda, se refleja sobre la superficie de los zapatos hacia sus ojos. Los niños están a su alrededor. Se mueven como pájaros con comezón, mientras bailan o se inclinan junto a las plantas, o le gritan preguntas a ella, la señora alta con la cámara. Esta mujer gigante los mira a ellos compartir casa con las flores; mira el recorrido de la luz sobre sus manos que elimina las sombras de sus dedos. De vez en cuando se alzan los insectos, obligados a partir de hoja en hoja debido a la tormenta de tantas piernas inquietas. Y unos clics se funden con el sonido del aire que llega y se va.
A la giganta se le acerca impaciente una de las niñas. Encontró algo muy increíble, dice, una sorpresa improbable. No puede decirle qué a menos que la acompañe y lo vea por sí misma. Por lo que, de acuerdo a la conducta propia de la giganta, no tardan en llegar al lugar que esconde aquello. Allí, la giganta observa. La niña señala hacia abajo, al cadáver de una libélula:
—¡Es una hada! ¡Una hada muerta!
Llegan el resto de piernas inquietas. Destrozan ramas en su camino: nada les impedirá ser testigos de tal descubrimiento. Asoman sus cabezas y observan a la giganta que examina a la diminuta hada que yace inerte ahí abajo, en la tierra. Sus alas rotas, sus ojos detenidos en un eclipse eterno.
La giganta se alza y proclama una orden: es necesario darle un digno acto funerario a la pobre y diminuta hada muerta de las alas rotas. Rápido. Toma un zapato de la más niña, quien lo entrega muy solemne. Dentro colocan el cuerpo y, después de abrir la tierra, el pequeño ataúd conoce una oscuridad húmeda que lo abrazará hasta el fin de los tiempos. Alguien murmura unas palabras cristianas y todos se levantan.
Al momento de irse, la más niña pregunta a la giganta cómo explicará la pérdida de su zapatito a los otros grandes. La giganta responde que no debe preocuparse, porque no está obligada a explicar nada: hay ciertas cosas que pueden permanecer siempre en secreto.

Cuarentena 2020